Cuando una gota de tinta cae sobre papel, se constituye en una mancha que, con el correr del tiempo, se va expandiendo. Y, desde el centro hacia los márgenes, va tomando otra forma, otra tonalidad, otra nitidez…
Así, de esa misma manera –aunque, tal vez, de una forma menos poética-, se articulan y conjugan los diferentes actores, discursos, recursos, modos de ser, pensar y sentir: nada es igual en el centro y en los márgenes. Ni las infancias, ni las juventudes, ni la vejez. Es otra la idiosincrasia. Es otro el Estado. Son otras las reglas, son otros los códigos…
Toda esa abundancia y multiplicidad de factores, se abren como portales a una infinidad de posibilidades…e imposibilidades.
Por eso, quien se aventuró alguna vez a recorrer de noche –y no tan de noche- las profundidades del Conurbano Bonaerense, bien sabe de esas “Contingencias”.
Allí, en la periferia, los diálogos con la muerte no son tanto una divagación filosófica, sino más bien una reacción lúcida frente a una realidad tangible. El ambiente más precario, es el más familiar. Los peligros se perciben en el aire instintivamente. La violencia y la locura pueden ser tanto un arrebato, como un estilo de vida. La religión y la superstición, bueno, son casi lo mismo.
La realidad de los arrabales supera a cualquier ficción. Pero eso no quiere decir, en lo absoluto, que no pueda haber una ficción de calidad que retrate -como pocas han sabido hacerlo- esas realidades…
Realidades que nos abruman y nos desquician, que nos interpelan y nos desbaratan…Pero que también, sin poder evitarlo, nos excitan y atraen vertiginosamente. Por eso, los invito a sumirse en estas “Contingencias”, y a salir de ellas…si pueden.
Algunas fotos de la presentación...
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