22/10/16

Desinfancia

Juanito abre sus ojos cuando el gallo del vecino canta. En su barrio, la mañana es todavía más fría. Apura las ganas con un mate cocido caliente, saquito reciclado, y sin guardapolvo sale a la escuela de la vida. La primera hora es de Geografía. Juanito hace su habitual repaso del conurbano profundo: conoce las calles, los baches, las casas, las caras, los autos, los perros. Algunas cuadras las hace acompañado por Chiche, su mejor amigo. Tampoco él lleva guardapolvo, nomás pelo y pulgas. Se separan en la estación.Ya se está acercando el tren y empieza la hora de Matemática. Juanito sabe que un kilo de pan cuesta, más o menos, veinte pesos. Necesita juntar diez monedas de dos pesos, veinte monedas de uno, cuarenta monedas de cincuenta centavos, ochenta monedas de veinticinco centavos, o doscientas de diez. A veces le dan algún que otro billete, que él guarda para dárselo más tarde a sus papás. Se baja al final del recorrido.Llega justo a tiempo para la clase de Música. En el último de los andenes está Seba tocando la guitarra. Él no quiere plata, toca ahí porque le gusta, y cuando le dejan algo se lo da a Juanito: “andá a comprarte un sánguche” –le dice sonriendo, sin dejar de tocar-.Juanito recorre a pie los pasillos grises de la inmensa escuela. Una vez en la plaza, se acomoda en un banco para escuchar la clase de Literatura, que la da Alberto: un hombre entrado en años que convida poemas y tanguitos tristes a cambio de “lo que usté pueda”.
Una señora regordeta les tira migas de galletita a las palomas y, cuando los ve ahí sentados conversando, saca de su cartera un paquete cerrado, todo para ellos.
Las bocinas anuncian que ya es tiempo de un recreo. Juanito le deja a Alberto las galletitas dulces y va un rato a los juegos. Cuando está subiendo al tobogán, por detrás de él pasa el celador, con su uniforme azul y un “portate bien, pibe”, que siempre lleva en el bolsillo para decirle, aunque no esté haciendo nada malo. Él se da vuelta y le responde que sí, moviendo apenas la cabeza.Ya debe ser el mediodía. Por la vereda de en frente pasan otros niños y niñas. Van todos vestidos del mismo color, arrastrando mochilas con ruedas. Juanito los ve y piensa que entre una vereda y la otra, más que una calle hay un abismo.Mañana es su cumpleaños número nueve. Otro niño, probablemente, diría: “ya soy grande”. Juanito, en cambio, piensa: “ya no soy un niño”.

[Finalista, IV Concurso de relato breve "Osvaldo Soriano" - Categoría "menores de 33 años"
FPyCS UNLP - LITIN - EPC].

http://www.nuestrasvoces.com.ar/mi-voz/desinfancia
"
Juanito pasa sus días en la escuela de la vida. Su geografía es su barrio, su matemática el sonar de las pocas monedas para el pan. Juanito cumple nueve años y aunque parezca increíble hace mucho tiempo siente que dejó de ser niño".