¡Gracias por el fuego!
Mario Benedetti (1920 - 2009)
La culpa es de uno
Quizá fue una hecatombe de esperanzas,
un derrumbe de algún modo previsto.
Ah, pero mi tristeza sólo tuvo un
sentido…
Todas mis intuiciones se asomaron
para verme sufrir,
y por cierto me vieron.
Hasta aquí había hecho y rehecho
mis trayectos contigo,
hasta aquí había apostado
a inventar la verdad.
Pero vos encontraste la manera,
una manera tierna
y a la vez implacable,
de desahuciar mi amor.
Con un solo pronóstico lo quitaste
de los suburbios de tu vida posible,
lo envolviste en nostalgias,
lo cargaste por cuadras y cuadras…
y despacito,
sin que el aire nocturno lo advirtiera,
ahí nomás lo dejaste
a solas con su suerte
que no es mucha.
Creo que tenés razón:
la culpa es de uno cuando no enamora,
y no de los pretextos
ni del tiempo...
Hace mucho –muchísimo-
que yo no me enfrentaba
como anoche al espejo.
Y fue implacable, como vos,
más no fue tierno.
Ahora estoy solo,
francamente
solo.
Siempre cuesta un poquito
empezar a sentirse desgraciado.
Antes de regresar
a mis lóbregos cuarteles de invierno,
con los ojos bien secos
por si acaso,
miro como te vas adentrando en la
niebla…
y empiezo a recordarte.
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